top of page

Querido Alain;

Cómo va todo. Hace años que te lo debía, han acontecido tantas circunstancias que ni tiempo he tenido para devolverte aquella misiva que a bien me demandabas. Son las 15:30, hora local. La tarde se abre camino entre el sonido de la música y el sopor húmedo de la meridiana primavera. Hace un calor irritante pero el frío se cuela entre la cotidianidad como el cuchillo deshoja la cebolla, sin piedad. Así paso estos días, hora tras hora, asomado a la ventana sin ver a nadie. No sé dónde estoy, salí de casa hace un par de meses, parecía que todo iba a ser un viaje normal, una escapada exótica y frugal, nada de expectativas más allá de lo novedoso de maravillarme ante nuevos paisajes.

De repente todo se paralizó, una catarsis colectiva e impuesta me ha sumido en una pesadilla sin fondo ni forma y apenas puedo sostenerme en pie. Escribo como quien aguarda la luz al final de un túnel vacío e intransitable, no quiero que me compadezcas sé que tú estás en una situación pareja pero querido amigo necesito desahogarme y te ha tocado a ti ser el paño de estas lágrimas convertidas en palabras que tartamudean en la pulsión incontrolable de las teclas. Por el zumbido de un acento lejano creo que estoy en alguna región perdida del cono sur latinoamericano. A veces, rugidos de disparos alteran todo cuanto me rodea, oigo sollozar a las mariposas y además soy consciente de mis alucinaciones. Rápido me autodiagnostico, persigo el dolor y atravieso el trauma hasta llegar al punto de origen que mana tanta distorsión. Pero nada, no hallo respuesta alguna.


He tratado a más de mil pacientes, he curado todo tipo de psicopatologías pero ahora no puedo más y pienso seriamente en la muerte como forma de vida, el escapismo perfecto para culminar esta trama de pandemias incurables. Espero que todo sea un pensamiento pasajero, un vendaval transitorio. Yo lo observo, contemplo secuencia a secuencia como avanza y se difumina. De cuando en cuando vuelve, se sienta a mi lado, susurra cosas bellas, trata de seducirme y yo temo caer extasiado en sus brazos como caen los amantes después de una noche frenética de pasión y deseo. Necesito ayuda hermano, ya sabes de mi orgullo vanidoso pero me quedé sin respuestas, necesito ayuda.


Parece que el tiempo se ha detenido y en un arrebato macabro del destino nos han condenado a un confinamiento perpetuo. Ya no nos dejan tocarnos, ni respirar tranquilos ni siquiera caminar sin sentirnos culpables de un genocidio inconfesable. Han dispuesto al enemigo en cualquier cuerpo y créeme que si todos tuviéramos un revolver a mano seríamos capaces de disparar a bocajarro contra la vecina, contra el médico, contra la niña que juega en el balcón de su casa o contra nosotros mismos si tuviéramos el valor necesario y no nos temblaran las piernas. No tengo billete de vuelta y han cancelado todos los vuelos a Barcelona, hay dinero en la cuenta para sobrevivir meses en esta pieza miserable pero extraño tanto esos paseos que siempre desembocan en la mar que temo volverme definitivamente loco, que no haya marcha atrás y nunca más regresar.

 

Habito mi ser como un corsario que aluniza y cree haber conquistado un confín remoto inundado de piedras preciosas y especias afrodisíacas. Cuánta tristeza me embriaga, ni siquiera la poesía es capaz de aliviar tanta incertidumbre, tanto dolor por tanta muerte inesperada. A veces abro los ojos y miro al cielo y sobrevuelo el reflejo de alguna sombra extraviada que se desvanece pétalo a pétalo y cubre como un manto oscuro la mesa desde donde ahora escribo el final de esta correspondencia amarga.
 

Deseo que todo vaya bien mi querido Alain.

PD: Prometo escribir más a menudo y no aguardar a la siguiente invasión vírica para celebrar a Danton y a su santa muerte.

Tu siempre fiel,
Axel Paradise


 

                                                                                      mayo 2020

bottom of page