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Querido Birilo;

 

Te sorprenderá mi misiva justo cuando más estamos hablando, pero como sabes hay pensamientos profundos que no surgen sino escribiendo. En estos días de confinamiento domiciliario debido a la pandemia, uno forja sus alianzas mentales con quien merece la pena, para cuando haya un atisbo de luz celebrarlo juntos. Cuento con los dedos a las personas que quiero y con la primera mano me sales tú, hermano de letras. Quizás no te lo digo por teléfono por vergüenza. Mejor así y larga vida a La muerte!

 

Se nota en tu voz que eres feliz en Noia, junto a la ria, el océano y rodeado del incendio verde de tu imaginación. Los viajeros que hospedas todos tienen elogiosas palabras por tu trabajo. Aunque ahora, supongo, que te habrás quedado solo junto a la chimena o quizás vive contigo Marina… Hay temas de los que nunca hablamos. El Gobierno de la Nación nos manda no salir de casa, hacer una resistencia pasiva. En medio de la desgracia y la muerte, nos volvemos más sublimes y solemnes. Te pregunto si de esto algo aprenderemos, o volveremos a la frivolidad más absurda cuando llenemos de nuevo las calles.

 

Me da rabia que sea el virus el que pare la maquinaría mundial maquiavélica y no sea la esperanza. El miedo más que ofrecernos una resistencia creativa, nos va a paralizar mientras dure el encierro para después seguir exactamente igual, menospreciando la Tierra y la Vida. Ahogándonos y regalando cáncer. Hoy la ciudad de Barcelona por fin respira sin tanto coche y las estrellas brillan más. Para ello miles de personas han muerto y van a morir en las próximas semanas. Algo no funciona en nuestra sociedad para que haga falta una desgracia para darse cuenta de la gravedad de ciertos asuntos, ¿no crees? Toda la organización que estamos teniendo en plena urgencia planetaria, podría ser útil para luchar contra el cambio climático y la pobreza. Las medidas drásticas nunca se ponen en marcha hasta que los problemas estallan y el precio que hemos de pagar es demasiado alto.

 

Ahora nos damos cuenta de lo importante que es tener una sanidad pública de calidad y nos volvemos más sociales de repente, intervenimos la economía donde sea necesario y nos inculcan un lenguaje de guerra que no creo que venga al caso. Me estremece salir al balcón todos los días a las ocho de la tarde y aplaudir unido a los demás, me recuerda al poema Piazza del Popolo de Gil de Biedama. Más allá de una acción de gracias para el personal sanitario, la humanidad se reconoce a sí misma y se aplaude y en el sonido se mantiene viva, la unión viene a través de las palmas de las manos que en pleno estado de alarma (más que discutible) en la música dejan de ser esclavas.

 

No sé si te pasará a ti, Birilo, lo de vivir sumido en contradicciones personales. Pues yo en estas dos semanas que llevo metido en casa, lo que me da más miedo es caer enfermo o ver la enfermedad de cerca, sin embargo, me sienta muy bien el encierro, pese a la tragedia, para hacer por fin un parón después de tres años frenéticos en la inmobiliaria. Las pequeñas vacaciones de quince días son solo un paréntesis dentro del ajetreo del año, nada que ver con este estado del alma en el que por fin se para el tiempo mientras me recorto los pelos del pecho o te escribo. No puedo negarte que estoy disfrutando. No me siento culpable por ello. Me remonta a mi veintena cuando solo me cultivaba con la poesía. Está claro que ningún extremo es bueno, pero déjame parar los relojes y mirame dentro, volver a escribir después de unos años con apenas tiempo para correcciones.

 

En casa tenemos la suerte de tener un pequeño balcón al que da el sol durante la mañana. Enfrente hay un colegio, que llamamos el colegio fantasma. En mis cabezadas antes de dormir en el sofá, sueño con niños extraños escribiendo de madrugada. Muchas veces me ha parecido ver a mi hermano, el hispanista, que como bien sabes imparte clases en Badajoz. Es como un gemelo suyo pero teñido de rubio y con unas gafas grandes y azules. Así pasan mis días de Estado de Alarma, junto a Aroa y Arnau que pese a sus ocho años se está comportando muy bien. Hoy se ha ido con su padre a pasar dos semanas.

 

Entretanto: páginas de Nabokov, los pájaros que cantan, un bronceado paulatino, artículos y más artículos, la incipiente primavera en los árboles, el murmullo de los vecinos, la velocidad acorde al pensamiento, la resistencia mental, el dolor por ver en imágenes a miles de personas morir, las ganas de cambiar las cosas y de trabajar para uno mismo cuando todo esto acabe, el cardio para volver a ponerme en forma, un poco de seguimiento a propietarios sin caer en frivolidades, cerveza y solo cerveza, la promesa de volver a la poesía como disciplina autoimpuesta: la única que vale.

 

Pero hablemos de ti, Birilo. Me maravilla lo que te traes siempre entre manos. Hazme caso, dale fuerte al relato, sé que guardas un comodín. Tienes mucha juventud por delante para enfrentarte a la novela, para desestructurar las estructuras. Pero creo que no hay que precipitarse, sino romper folios y no parar de experimentar. Me juego a doble o nada que en menos de dos años tendrás un libro de relatos ganador. Sabes a lo que me refiero con ganador. Ojalá dejes unas cuantas palabras para tus Misivas o Suicidios ejemplares. La muerte de Danton te desea lo mejor.

 

Me duele que quede en el aire lo de viajar en verano a Galicia. Aroa y yo tenemos muchas ganas, pero ahora nada podemos planear por lo del maldito virus. No voy a ser tan inconsciente de pensar en las vacaciones cuando mi empresa me acaba de mandar al paro temporalmente. Por diferentes causas sería mi segundo año sin días libres en verano y es un asco no tener un respiro entre tanto calor y humedad con el polo sudado tras dar dos pasos. Pero lo importante es mantener la cordura y que los escritos no paren. Ya habrá tiempo de abrazarnos y por fin compartir cara a cara. Me encantaría ver algún partido de nuestro Atleti juntos. Cómo me alegra habernos cargado al Liverpool. Cada día soy más cholista, sobre todo cuando vienen mal dadas.

 

Mañana cumplo treinta y cuatro y como ya te he dicho, lo que más me importa lógicamente es la salud. En plena pandemia y viendo la locura y el colapso en los hospitales, me siento un privilegiado por todo lo que te estoy contando en esta misiva. Quizás sería más creíble si te escribiera ingresado y describiera los rostros asustados de pacientes, médicos y enfermeros, pero me ha tocado en esta historia estar en segunda línea, pensar en la inacción. No salir de casa por si soy uno de los miles de asintomáticos que pueda seguir propagando el virus. Y eso hago, en mi vida había estado dos semanas seguidas encerrado, con lo que me gusta zorrear por las calles.

 

Así que, querido Birilo, voy a seguir haciendo examen de conciencia y escribiendo. Esperando a que abran las puertas y pueda volver a las visitas de los pisos, a zambullirme en el mar e ir armando con Berna la pequeña editorial. Si en este tiempo fatídico fortalecemos la amistad, lo recordaremos para siempre. Es la hora del humanismo. No estaría mal que cuando todos los estados de alarma finalicen, nos quedáramos en casa un tiempo prolongado por voluntad propia. Una huelga mundial para dar un giro de 180 grados en muchas políticas. Parecería una novela de Saramago y no una distopía de Netflix.

 

Espero verte pronto

Juanse

 

                                                                                     marzo 2020

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