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Leseunfähig

 

De un artículo publicado en El País el 30 de diciembre me enteré de que hay una palabra en alemán que significa “incapacidad para leer”, es la tercera palabra del año pasado en ese país, la que quedó en tercer lugar dado su uso en los medios. Krisenmodus, en modo crisis, fue la primera.

El caso es que cada vez a más alumnos -y también a adultos bien adultos- se les puede aplicar esa palabra: son literalmente incapaces de leer, también de escuchar, de ver. No es que no entiendan lo que leen, es que para ellos una página llena de palabras es algo ilegible, inabarcable, inabordable. Daría igual que estuviera escrita en sánscrito porque el rechazo es anterior. Hay como una alergia, una tara, un defecto de fábrica: un nerviosismo, un estrés inaudito ante la página.

Los que compulsivamente pasan con el dedo mil “tiquetoques” (TikToks) por minuto sin asimilar ningún tipo de contenido son comprensiblemente incapaces de leer, de enfrentarse a la quietud silenciosa de contenido infinito de la palabra. En este sentido, una palabra vale más que mil imágenes vacías, rápidas, surgidas de una pantalla de seis pulgadas. Porque el problema es ese: la imagen sale de ahí, de la irrealidad, del vértigo vacío de lo virtual. La imagen, sin pasar por el filtro sereno de la contemplación y la reflexión, se queda en nada y más cuando viene otra al milisegundo que la desplaza. E igual pasa con las pocas palabras y oraciones inconexas que surgen en este contexto sin texto. Frases carentes de significado y de referente; bromas zafias que provocan la risa de mono, alucinada y babeante ante la luz que emite el dispositivo.

La palabra y la imagen carecen de sentido para quienes son incapaces de leer una simple fábula, contemplar un paisaje por la ventanilla del coche, ver una película de hora y media sin desconectar mentalmente al minuto, situarse ante un cuadro o una nube. Todo se reduce a la prisión anestesiante de las seis pulgadas, espacio ilimitado de vacío que a cada segundo nos está llamando con sus señales acústicas. También con su silencio, porque hasta cuando no suena nos reclama, hay que tenerlo en la mano, sentir en el tacto su letal lisura; hay que echar mano de él y volver al scroll interminable, incesante, insaciable.

Aquí en España la palabra del año pasado ha sido polarización.

Incapacidad para leer, en modo crisis, polarización: suena a cadena de consecuencias, a apocalipsis.

Dante en bañador

Hispanista sureño

Enero/2024

Cyborg con máscara de gas
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