top of page

Suicidios ejemplares /

2016 – Paco Lobo

 

Birilo (miembro de Café Chinasky)

 

  Lento, como el empiezo de un relato.

Lentos, así eran los pasos del Señor Lobo por la Rambla de Montevideo; una rambla muy larga y con mucha luz. Una luz que incomoda, y quema, bastante. O sea, que he vuelto al Paisito, y por lo visto, el sol se encuentra igual a como lo dejé: hermoso.

 

  Bueno, llevamos unos días y el tiempo también sigue igual a cuando lo dejé: cremoso, esponjoso. Así es el tiempo en el Cono Sur, elástico. Hemos descansado del viaje, paseado un poco como turistas, comido una parrillada y he comprado el quid completo del matero (termo, mate, bombilla y yerba Canaria). Al Señor Lobo no le hace mucha gracia la bebida, dice que está demasiado amarga. La temperatura es agradable, el inicio de su Primavera. La gente parece feliz, o, más que feliz, una sensación que se le parece, como si entendieran algo que a mí se me escapa. Aunque a veces me invade una tristeza silenciosa, tan silenciosa que incluso me agrada, al pensar que hace años, yo, viví aquí. Pero intento disimularla.

 

  Ya he dicho que llevamos unos días. Pero no he dicho cuántos. Cinco, llevamos cinco días y el Señor Lobo ha leído un afiche cuando caminábamos por la Avenida 18 de Julio; después de bebernos dos whiskitos con soda, comernos un chivito canadiense y meternos una rayita como postre. El afiche muestra la silueta de Bruce Springsteen y un subtítulo donde se anuncia la fecha del toque (al día siguiente) y el lugar de celebración (Buenos Aires). El Señor Lobo me mira y yo le veo la cara; he aprendido con el tiempo a leer en las caras de mis semejantes. Yo niego con la cabeza y le digo que si quiere, como mucho, le acompaño a Argentina, pero que no tengo ganas de concierto. Simplemente dime cómo cruzar el Río. Y eso es lo que hago, es decir, lo llevo al Puerto, que está a la derecha de la Ciudad Vieja, y le indico cuál es su buque.

 

  Lo que pasó después, eso creo que nadie lo sabrá. O que por lo menos tardará en saberse. Lo que ahora voy a contar es lo que yo creo que pudo haber acontecido: el Ferry giró lentamente para disponerse a remontar el Río de la Plata, una especie de babosa enorme, de fierro. Ya en Buenos Aires, buscaría alguna pensión, algún albergue o vaya a saber uno dónde pasaría la noche el Señor Lobo, vaya uno a saber. Al día siguiente se levantaría, desayunaría fuerte, uno o dos cafés, y saldría a la calle a media tarde. Lo demás es incierto: puede que comiera carne asada, o que comiera pizza, que bebiera algún Fernet y que se decidiera por un taxi (es muy difícil que se decantara por un ómnibus, aunque nunca se sabe con el Señor Lobo). En los alrededores del Estadio compraría una entrada en reventa. Después del concierto, que le hizo rememorar amores perdidos, amigos perdidos y otras cosas que no se pierden nunca del todo, volvería al Ferry (¿estaba vez en un bomdi?), dudando en regresar esa misma noche a Montevideo, o ya esperar en alguna pensión y volver de mañana. Imagino que se decidió por volver, imagino que se decidió por una milanesa al pan con mucha mostaza para cenar acompañado de una Pilsen (¿o una Patricia?, ¿o una Quilmes?). Pasearía por la cubierta y miraría a lo lejos, pero muy muy a lo lejos.

 

  Después saltaría hacia la negrura espesa del oleaje rioplatense, me imagino, porque siempre, en el fondo, fue un romántico.

bottom of page